Fabulas: El gato y el ratón


 Un gato negro miraba con muchas ganas a un pequeño ratón obediente, quién permanecía siempre en su linda cueva en compañía de su madre. Nunca salía de allí sin su permiso, y hacía caso a todo lo que su mamá ratona decía.

Un buen día el gato se acercó al simpático ratoncito y le dijo:
-¡Qué lindo y simpático eres!- Ven angelito, ven. Si vienes conmigo, amiguito, la pasaremos muy bien.

El ratoncito que no conocía muy bien a los gatos pensó:
-¡Cierto!, un divertido rato puedo disfrutar con el gentil señor gato.

Mamá ratona que andaba cerca escuchó lo que el gato negro decía, previó el peligro que corría su confiado hijo y le advirtió:
-No vayas, no hagas caso al gato. Tú no sabes las mentiras que él dice. No está diciendo la verdad- repetía una y otra vez la ratona.
-Me ofende usted, señora- replicó el gato. –Yo siempre digo la verdad.
-Ven conmigo, pequeño –insistió. –Te daré un helado y nos divertiremos como nunca lo has hecho –decía el gato mientas estiraba su mano, invitando al pequeño ratoncito.
-¿Voy mamá?- reiteró el pequeño tontuelo.
-No, hijo, de ninguna manera. Nada de lo que te dice él es cierto.
-¡Si! Ven, pequeñito, ven –convidaba el gato. –Mira este sabroso queso y este exquisito helado. Será sólo para ti, pequeñito amigo mío.
-¡Déjame ir mami! ¡Te lo suplico! No me demoro- decía el ratoncito.
-Te repito, tontuelo, ¡no!
Y en un descuido, sin que mamá ratona pudiera retenerlo, salió el ratoncito de su cueva. Al instante gritó aterrorizado.
-¡Socorro, mamá, socorro! ¡Me devora el gato!
A pesar de su angustia y afán, la madre nada pudo hacer por salvar a su hijo.
-Si hubieras hecho caso a los consejos que te di, hijo de mi alma, aún estarías conmigo –repetía desconsolada la adolorida ratona.

Moraleja: Obedece a tus padres y serás feliz. No olvides que lo mejor que podemos hacer es desconfiar de las personas que no conocemos.

Autor: Esopo
Adaptación: Bibiana Patiño